UN VIAJE PARA EL RECUERDO (II)
Por: Jorge E. Bermejo
BOCCHERINI - CONCIERTO PARA VIOLÍN Nº3
ALMADRAVA - LAND OF ETERNAL SUNSET
Buceo en un mundo de silencios, sintiendo la caricia de la posidonia, el silencio de la soledad, el azul y la paz del mar, la inocencia de quien me observa sin verme depredador...
MEDITERRANEO VIVO: LA ATALAYA DEL L´ESPALMADOR
En L´Espalmador explota alrededor de mí el atardecer en toda su belleza, las piedras blanquecinas del torreón de vigías reflejan el calor y el sol del día y se transforman en rosáceas flores de roca sin pétalos. Su aspecto es tan delicado como real, lo sé porque si las toco se vuelven arenisca, como el volátil cuerpo que me sostiene mientras escucho el viento. Es entonces cuando me siento extra corpóreo, cuando me deslizo por su refrescante superficie, y siento la espuma de las olas y escucho su idioma y respiro su aroma... y si tú buscador de paz quieres conocer el momento más hermoso, quizás sea justamente este, cuando la mar, mi mar, el elemento, se mece entre armónicos bamboleos.
Calmada y plana, inmensa, abierta al éter eterno y colosal, me muestra su poder y se extiende hasta la lejanía como una delgada película a veces rota por el suave ondular del agua. Permanece... me espera brillante y engalanada por el sol, cuajada de escamas plateadas que se reflejan en la superficie y llegan hasta aquí, azul de oscura soledad allá en lontananza, y turquesa de alegre serenidad a mis pies.
…Ahora estamos hablando, no la interrumpas, ahora estamos mirándonos junto al viejo acantilado que el mar engulle cada día…
La estratégica isla de L´Espalmador atesora multitud de historias de piratas, aquí se aprovisionaban y descansaban tras cada fechoría y en ella desembarco un dos de agosto de 1588 el legendario Barbarroja, al mando de una flota con más de veinte navíos.
Nosotros, más livianos pero igual de aventureros, salimos en una sola lancha rumbo al extremo norte, con dirección a la torre de observación. Es una sencilla construcción troncocónica con tres niveles que está adornada con cordones de piedra en cada planta. Allí, al refugio de sus gruesos pero delicados muros veremos el ocaso en su estado más puro.
Sobre sus almenas espero sentado en el mejor sitio deseable, el más elevado y desierto. Aguardo entre anaranjados del cielo y azules del mar la muerte, un día más, del Astro Rey hasta el amanecer del siguiente día.
Desembarcamos apenas cuarenta minutos antes sin saber muy bien lo que encontraríamos. Parece tiempo suficiente para acomodarse ante el espectáculo pero no lo es tanto cuando no conoces el lugar. Das una vuelta por el contorno, pones a refugio la motora, observas la mar y subes hasta el torreón entre bromas y ambiente relajado.
Sobre un entrante algo revuelto, rocoso e incómodo, donde muere la corriente y por tanto nunca está del todo tranquilo, dejamos la barca y observamos los alrededores. El agua nos llega por las rodillas y caminamos torpemente entre afiladas rocas submarinas y centenares de colonias de lapas y otros crustáceos. Es un área para tener especial cuidado pues cualquier paso mal dado puede llevar a molestos cortes con los afilados perfiles de las conchas.
Yo me he quedado atrás, me distancio del grupo hasta casi perderlos en un cambio de rasante arriba de la ladera. Necesito estar solo, “ella” me pide soledad muchas veces. Estamos en una vertiente que para nada parece unida a , L´Espalmador donde la arena es fina, las aguas transparentes y cristalinas, tranquilas, el entorno de ensueño y la vegetación imponente. Todo ello hace de aquel lugar un destacamento del paraíso en la tierra.
Sin embargo, esta parte en la que ahora me encuentro, desde donde tomo algunas notas barrido por la brisa que lame la rocosa ladera... esta parte, digo, será Desolación, rocas oscuras cerca del mar, terreno pedregoso sin apenas arbolado sino tan solo plantas bajas repartidas aquí y allí y... un naufragio. Pero en tierra solo sobreviven las pacientes sabinas aferradas con garfios rugosos, inclinadas y deformes a merced de los vientos que azotan este extremo permanentemente. Sin embargo ahora deben estar en su esplendor, y así exhiben sus frutos en forma de bola verde, un verde tan intenso que resaltaba entre el resto del arbusto.
Piedras y naufragios, ¡y un naufragio!. Los naufragios siempre me han sonado a depresión, soledad, almas que se rompen contra las rocas de la vida, solitarios paisajes fríos y almas débiles que vagan. Naufragio son también los restos de un barco desperdigados por la costa. No es el primero que veo, conozco al menos el American Star de Fuerteventura y, por motivos laborales, algún otro de menor calado.
Así, los restos del naufragio tangible nos dan la bienvenida entre trozos de tablones, pedazos de cabos deshilachados o mugrientas boyas.
Estoy caminando solo, abstraído, escuchándolo. Junto a mí, el mar hambriento devora poco a poco la tierra pero yo sigo en silencio, de nuevo escucho el silencio y mis pasos sobre la roca.
Juntos me producen un escalofrío, una sensación de soledad que acaba relajando mis sentidos. Al fin, el paseo concluye a los pies de la torre, junto a su puerta, que para sorpresa nuestra está abierta. El candado se encuentra abierto y colgando de una argolla.
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