miércoles, 23 de septiembre de 2009

LOS PIRATAS Y AMARAL

AÑOS 80

Cuando me hiciste llamar no sospechaba plastilina con color ropa interior recuerdos de allí afuera cómics de ciencia ficción vida interior

Y yo no quiero volver no me repitas jamás que no sabes qué hora es las 7 y 27 o no? ya terminé.... No te echaré de menos en septiembre verano muerto veré a las chicas pasar Será como aquella canción de los años 80 seré como el tipo que algún día fui

Bloody marys en el bar un dejavu matrix está cambiando por la confesión brutal de tu relato.... Y yo no quiero volver no me repitas jamás que no sabes qué hora es las 7 y 27 o no? ya terminé.... No te echaré de menos en septiembre verano muerto veré a las chicas pasar Será como aquella canción de los años 80 seré como el tipo que algún día fui

martes, 22 de septiembre de 2009

REFLEXIONES: Un nuevo relato del viajero

EN UNA HABITACIÓN BLANCA Por: Jorge E. Bermejo

Música que acompaña la lectura de "En una habitación blanca":

ARAB CHILD: http://www.youtube.com/watch?v=ac8TgmYv_iQ

ENIGMA, Carly´s song: http://www.youtube.com/watch?v=YoXgbrAGHLw

A refugio de los pensamientos que, resecos como costras de grasa, se superponen unos sobre otros, espero que llegue el rocío aquel que dicen que ablanda tanto como para rascar con la cuchilla del futuro toda la carcoma que pudre el alma. De esta manera, despertando lentamente al mundo, prefiero permanecer desterrado junto a plantas de albahaca y menta. Escojo recogerme del recuerdo de un largo y cálido verano, tan venenoso para el corazón como profundo para el alma, y espero a que su polvo de limo haga que aquello que deseo olvidar se hunda en el fango de la vida para anclarse allí finalmente. Será entonces cuando solo quedarán los marcados instantes de placer que disfruté. Entretanto espero y espero a que cambie mi estación, recojo la leña de mi fuego o los frutos de los que me alimentaré. Día tras día miraré al cielo en busca de nubes preñadas de agua que me acerquen el olor a tierra mojada, los colores grises de la lluvia o el frescor de los nuevos días y deseo que, cuando las primeras nieves alfombren tierras y tejados, cuando la lentitud de un copo que cae ligero y helado marque las horas, el ser que hoy se esconde respire de nuevo a pleno pulmón. Aprenderá así de lo sencillo mi espíritu apocado hasta entonces. Lo hará también de ti como de la luz y de cada instante, de la sencillez de los helechos que solo habitan donde el aire es puro y fresco para permanecer verdes explotando en toda su belleza, y en su sencillez será como partículas de humedad que flotan en el ambiente de un bosque profundo, como cortina blanca y vaporosa que ondea libre en su ventana encalada. Pero ahora, mientras los pensamientos se reflejan en el cristal plano y, por momentos, transparente del río que tengo frente a mí, la mente, que es un álbum de fotografías sacadas por la cámara de la retina, organiza y archiva cuanto ronda en la cabeza. Todo debe quedar grabado para recordarlo en los momentos adecuados. Muchas veces, lo extraño de una vivencia, de una situación, se basa en los detalles que quedan y muchas otras resulta ser todo lo contrario, cuantos menos detalles… es mejor.

En una habitación blanca, sin apenas detalles, más bien vacía y austera, como aquella en la que lo vi por última vez, como aquella en la que me despedí de él para marcharme yo, me cité hoy con el viajero. Al fin ha regresado y tengo la certeza que es para quedarse. Lo encontré nuevamente muy desmejorado pero mucho más feliz. Tenía el pelo corto y se había afeitado, no estaba como en el último recuerdo que guardo, un recuerdo triste, una imagen voluntariamente solitaria. Es una habitación blanca permanecía solo y en silencio, sentado sobre una gran silla castellana de madera repujada. Sencillamente miraba por la ventana como llovía sobre Madrid. El humo de su cigarrillo distorsionaba la imagen pero no había duda sobre quién era aquel que se parapetaba tras unos ojos hundidos. Cuando la puerta se cerró gimiendo detrás de mí el viajero se giró y me miró directamente a los ojos. Intuyo que quiso saludarme con un leve movimiento de cabeza y media sonrisa franca, como si no tuviese palabras o le hubiera sorprendido mi presencia, por eso creo que no sabía que llevaba unos instantes observándole y también por ello me preguntó cómo le encontraba. Después se levantó acercándose con paso corto hasta mí para fundirse en un abrazo más bien de necesidad. Durante algo más de media hora, mientras caía la tarde, estuvimos hablando de asuntos banales, de la ciudad, de sus costumbres o de lo cara que se había vuelto la vida aquí. Yo procuraba escucharle atentamente, de cualquier asunto que trataba se podía aprender mucho junto a él… pero hoy creo que era la muerte y yo debía decirle que quería alejarme de su lado. Estar con él pertenecía a mi pasado, él siempre decía que la vida se compone de instantes que pasan meteóricamente, sin apenas percibirlos más que en la globalidad de las cosas y en sus resultados... por eso, según él, daba lo mismo saborearlos o no, lo que importaba era aquello que al final hacíamos. Fue entonces cuando caí en la cuenta que debía alejarme de él, de esa riqueza interior que me fascinaba, que me atraía… pero que me estaba matando lentamente. -Quiero que vuelvas conmigo a la tierra de las arenas y el silencio- me dijo –he vuelto para llevarte conmigo, aquel es tu sitio y si piensas en ello te darás cuenta que es cierto-. Pero no contesté. Mirándome fijamente esperó un rato en silencio a que yo cediera, a que le dijese que sí pero permanecí en silencio y creo que comprendió el mensaje. Sencillamente carraspeo y desvió la mirada hacia la calle. -Tu también te has cortado el pelo… y te has afeitado. Tienes aspecto cansino y estás… cambiado- -Lo necesitaba, estaba asfixiándome en esta cabeza de león- -¿Y qué pasó con aquel viejo amigo de las noches estrelladas?, ¿de las soledades compartidas?, te recuerdo por igual decidido y temerario o triste y tembloroso… todavía te recuerdo con la mirada fría, en silencio, pensativo entre mapas y fotografías, tomando notas y preguntando cada detalle, bebiendo té rojo con hierbabuena, cargado tanto como te gustaba, pero también veo tu imagen junto a aquellos niños tristes que te rodeaban y tiraban de las perneras de tus pantalones. ¿Dónde estás ahora?- -He vuelto a casa, todavía estoy en camino pero he decidido regresar- contesté convencido de mi mismo. -¿Estás seguro?, siempre puedes volver, allí está tu casa también- -Allí estuve solo de paso…- -Tengo trabajo para ti y un buen sitio para quedarte. Sabes que tengo mucho dinero, que puedo pagarte muy bien. No te faltará de nada- -Lo siento, he regresado para quedarme… nunca más volverá allí… ese no es mi sitio. Quiero que no quede nada de aquello, quiero borrarlo y te pido que no insistas- insinué al viajero –la decisión está tomada y… no es solo por mí, se lo debo a alguien- -¡Si es tu decisión!… pero volverás, más pronto o más tarde, lo sé. El problema es si yo estaré o estarán otros. Piensa quien eres, jamás podrás abandonar lo que has hecho ni lo que es tu vida en una cuneta como el que vacía un cenicero de coche, ¡nadie puede!. Los fantasmas tan solo quedarán dormidos y cualquier tarde, cualquier noche te despertarás nervioso y ellos contigo. ¿Qué harás entonces?, ¿volver a empezar como ahora?, ¿comenzarás una nueva vida cada vez que ocurra eso?. Piénsatelo de nuevo- La tarde se tornaba fría sobre la ciudad, ya no hay mangas cortas por las calles y antes de darnos cuenta el otoño de atardeceres rojizos, de paseos alfombrados con hojas y frutos cubrirán el suelo de esta maravillosa y extraña ciudad. Yo sentía el frío que se colaba por la ventana, sentía el frío de la mirada del viajero, la percibía sin ser muy consciente de que acababa de decirle que no. Me sentía solo frente a él y busque refugio en el recuerdo de unas facciones femeninas, unos ojos hermosos, una piel que sentía mía, un paseo por ese Madrid que me esperaba fuera de aquella habitación blanca, sin espejos, sin cuadros que reflejasen la luz o una cara cuarteada por el sol. Recordé un día de domingo, reciente y precioso… Plaza Mayor y Cuchilleros, las tascas de La Cebada y el sabor de la cebolla caramelizada y, entonces, solo entonces, supe que había tomado la decisión acertada. Ahora es de noche pero no veo las estrellas, es de noche pero no hay silencio sino la voz del Madrid bullicioso que rebaña las últimas horas de verano o las primeras de otoño. Ahora, que es de noche, siento como si acabase de llegar, como si comenzase de nuevo y tan solo hace unas horas que he dejado al viajero en aquella habitación blanca. En este momento observo el tiempo cuajado de dudas y repleto de empalizadas que debo sortear al fin solo… ¿o no?. En Madrid, durante las últimas horas del verano y las primeras del otoño…