EL OTOÑO DE LAS HORAS CAMBIANTES
Por: Jorge E. Bermejo
Música para acompañar la lectura:
En el parque. Miguel Rios http://www.youtube.com/watch?v=nv_3SLIE1EM
Watermark. Enya http://www.youtube.com/watch?v=oiFTXckh0zU
El sol está en lo alto
pero hay lluvia en mi corazón
escucha amigo cual es la razón,
ya no volveré a la Nacional VI
porque allí un amigo murió al amanecer.
Adiós amigo, nos volveremos a ver,
y cuando estemos juntos volveremos a beber.
Los Secretos
Y a vueltas con La Nacional VI, la carretera de La Coruña, la de toda la vida. ¡Ahí sigue!, tal y como la deje antes de este verano y del otro, y de todos desde que tengo uso de razón. Por las noches, cuando he tenido oportunidad, la he visto detenidamente desde la lejanía a veces o de cerca otras y reconozco que su visión me producía sensaciones mezcladas de nostalgia, atracción por sus luces... la hilera de faros rojos que sube hacia Segovia, y la serpiente blanca al lado contrario en dirección Moncloa. Y en su recorrido imagino edificios que duermen, en otros imagino que harán los que estén trabajando, o viviendo, algunos "en frenética actividad", la vida que pasa. Incluso Los Secretos la han dedicado una canción que se llama así.
Seguramente mi querido y admirado periodista, excelente cronista Luís Carandell, inquieto conocedor de nuestro Madrid, podría haber estado días hablando de esta arteria de la ciudad, pero yo solo tengo unas líneas.
Pronto será otoño en Madrid, será otoño en Chamberí y olerá a las primeras castañas y a mercado y pucheros de invierno, olores a cocina de toda la vida. Otoño significa paseo por Rosales o por Ruperto Chapí, por Camoens hasta el cruce con Marqués de Urquijo, o perderse por sus sendas, pero acabando en el Templo de Debod. Ver oscurecer la Gran Ciudad desde su mirador, buscar la amplitud de la Casa de Campo, alucinar con los colores del cielo y regresar a casa como cada día.
En un suspiro, la lluvia marcará nuestro vestuario diario y ya estaremos adoctrinados para ir a cualquier sitio con prisas aunque no las tengamos. ¡Alea iacta est!. La lluvia nos abrirá las puertas del amor o enjuagará lágrimas de dolor, será cómplice para tardes en casa mirando llover, o noches solitarias tan tristes como la tormenta del fin del mundo, que no tiene porqué ser un diluvio universal. Por ahora este Madrid de personas, de chavalería, de inmigración, de abuelos, de duques y camareros, este Chamberí y aquel Moncloa atesorarán la memoria del otoño, de muchos otoños, tan hermosos como el mar o un paisaje rural.