viernes, 4 de septiembre de 2009

REFLEXIONES:CUANDO SE ACABA EL ESPEJISMO

EL OTOÑO DE LAS HORAS CAMBIANTES
Por: Jorge E. Bermejo
Música para acompañar la lectura:
El sol está en lo alto
pero hay lluvia en mi corazón
escucha amigo cual es la razón,
ya no volveré a la Nacional VI
porque allí un amigo murió al amanecer. Adiós amigo, nos volveremos a ver, y cuando estemos juntos volveremos a beber. Los Secretos
Pronto llegará el otoño, lo dicen los anuncios de coleccionables y "la vuelta al cole" en la tele. Sin darnos cuenta un día saldremos abrigados a la calle y pensaremos "parece que hoy está refrescando" o comenzaremos a planear y buscar escapadas de fin de semana a casas rurales donde encender un fuego acompañados. Para nuestros adentros, muchos temblaremos al descubrir que el verano es un espejismo que ya ha pasado pero nosotros estamos más endeudados que antes... pronto por el Parque del Oeste las hojas cubrirán el suelo, los universitarios volverán a sus clases y al atardecer, como si el mundo no existiera miraré embelesado la sierra de Madrid o los atardeceres en el Parque, removiendo ocres y verdes con la batuta del viento. Y miraré a la Nacional VI, con miles de coches que la cierran como una cremallera. En la radio se hablará de horas punta a cientos de conductores que viven acostumbrados en el desorden y el caos en que su sume el rio de humos y motores hasta donde la vista alcanza. Y mientras tanto la ciudad vive y respira, es la ciudad de espectros invisibles, que caminan autómatas y sin mirar, de fachadas invisibles, por andamios o porque nadie las mira siempre son desconocidas.
Y a vueltas con La Nacional VI, la carretera de La Coruña, la de toda la vida. ¡Ahí sigue!, tal y como la deje antes de este verano y del otro, y de todos desde que tengo uso de razón. Por las noches, cuando he tenido oportunidad, la he visto detenidamente desde la lejanía a veces o de cerca otras y reconozco que su visión me producía sensaciones mezcladas de nostalgia, atracción por sus luces... la hilera de faros rojos que sube hacia Segovia, y la serpiente blanca al lado contrario en dirección Moncloa. Y en su recorrido imagino edificios que duermen, en otros imagino que harán los que estén trabajando, o viviendo, algunos "en frenética actividad", la vida que pasa. Incluso Los Secretos la han dedicado una canción que se llama así.
Seguramente mi querido y admirado periodista, excelente cronista Luís Carandell, inquieto conocedor de nuestro Madrid, podría haber estado días hablando de esta arteria de la ciudad, pero yo solo tengo unas líneas.
Pronto será otoño en Madrid, será otoño en Chamberí y olerá a las primeras castañas y a mercado y pucheros de invierno, olores a cocina de toda la vida. Otoño significa paseo por Rosales o por Ruperto Chapí, por Camoens hasta el cruce con Marqués de Urquijo, o perderse por sus sendas, pero acabando en el Templo de Debod. Ver oscurecer la Gran Ciudad desde su mirador, buscar la amplitud de la Casa de Campo, alucinar con los colores del cielo y regresar a casa como cada día.
En un suspiro, la lluvia marcará nuestro vestuario diario y ya estaremos adoctrinados para ir a cualquier sitio con prisas aunque no las tengamos. ¡Alea iacta est!. La lluvia nos abrirá las puertas del amor o enjuagará lágrimas de dolor, será cómplice para tardes en casa mirando llover, o noches solitarias tan tristes como la tormenta del fin del mundo, que no tiene porqué ser un diluvio universal. Por ahora este Madrid de personas, de chavalería, de inmigración, de abuelos, de duques y camareros, este Chamberí y aquel Moncloa atesorarán la memoria del otoño, de muchos otoños, tan hermosos como el mar o un paisaje rural.