martes, 29 de septiembre de 2009

REFLEXIONES: ¿MIRAR SIN VER?

UN REGALO, UNAS PALABRAS Y DE REPENTE UNA VOZ LEJANA Texto: Jorge Bermejo / Fotografías: Iván Ayllón Entre los árboles del río, había, en efecto, muchas sombras, aparte de la mía, y un murmullo interminable de palabras y sonidos que el ruido de la espuma, en los rabiones, no alcanza a sepultar... (JULIO LLAMAZARES - La lluvia amarilla) Música que acompaña la lectura de “Y de repente…
Gloria Estefan: Hoy
Jo Manji: Beyond the Sunset
Tengo marcado en el pecho todos los días que el tiempo no me dejó estar aquí. Tengo una fe que madura que va conmigo y me cura desde que te conocí. Tengo una huella perdida entre tu sombra y la mía que no me deja mentir. (GLORIA ESTEFAN – Hoy) También en el texto Somos aire, dócil materia, maleable y frágil construcción que se quiebra como porcelana al caer al suelo. Tan pronto somos sonrisa como un instante después la sal de una lágrima, somos puro sentimiento o un muro sobrio y sordo, somos todo eso y más, ¡lo eres!... Solo depende de cómo nos miremos en el espejo del agua del río. Apena hay algo que nos diferencia de “aquello” que nos persigue y es que “aquello” ya pasó o debe pasar. Pero ahora seguimos condenados a luchar, a sufrir y pelear porque el sufrimiento, como la alegría, es innato y no es ajeno. A veces nos ocultamos en dimensiones paralelas observándonos desde otro plano como auras sobre nuestras cabezas y percibimos que estamos vivos pero dormidos, nos encontramos aletargados porque vemos la vida pasar, y mientras la sentimos así bien podrían quemarnos con un ascua que seguiríamos inertes. En estas, en ese invierno permanente, buscamos refugio para no sentir la agonía… quizás dejando el tiempo pasar. Y en otras, en esas noches tan oscuras, gritamos a nuestra manera pero solo nos escucha el viento. Sabemos que estamos vivos porque sentimos cada vez más pesada la condena. Necesitamos escapar pero más allá de la puerta entreabierta todo parece hostil y apenas llegamos a percibir el cuchillo de la luna de plata penetrando por el único resquicio que permanece abierto. ¡Debemos llegar hasta allí!, pero… ¿que hay más allá?. A veces, también, no huimos ligeros de equipaje y eso atemoriza el espíritu y coarta las decisiones, por eso preferimos el refugio en que nos encontramos a ver más allá de lo que los ojos nos muestran. Entonces realmente somos almas inertes que vivimos porque respiramos pero nos asfixiamos cada vez más. Tan solo esperamos, esperamos… esperamos… Con la luz de la mañana salimos de nuevo, cargados de intenciones, a vernos reflejados en el cristal del río, a encontrar un espíritu cada vez más cansado y decrépito sin mirar todo aquello que nos rodea, aquello que nuevamente en la noche atemorizará el alma, y entonces nos preguntaremos qué nos sucede y como se nos escapa la vida. Soy una moneda en la fuente, tú mi deseo pendiente, mis ganas de revivir. Tengo una mañana constante y una acuarela esperando verte pintado de azul. Tengo tu amor y tu suerte, y un caminito empinado. tengo el mar del otro lado, tú eres mi norte y mi sur.
No estamos vivos solo por respirar, ¡dímelo tú si has entrado como molécula en tu sangre!, si has recorrido tu cuerpo, nuestro cuerpo, para sentir como eres, qué necesitas o qué sientes. ¡Dímelo tú si has gritado!… y si no calla y escucha hasta que lo hagas. Y después, tras ello, ¿qué nos queda? vacio. Antes un vacio insondable, después un vacio diferente, nuevo, extraño, ¡llámalo desconocido!, siéntete descolocado… pero todo, en su ciclo, ha de volver a comenzar. La pregunta que permanece entonces es: ¿hemos aprendido la lección?. De repente una voz lejana, como un susurro desconocido que se acerca a mi sin descubrirse, que lleva la marca que llevo yo, aparece entre las sombras, sigiloso, desconocido… pero no me da miedo, no me molesta. Y aún desconozco si cuando llegue hasta aquí ya rayará el alba o seguiré sentado en mi propia oscuridad, temeroso e invisible en un bosque de árboles que hablan lenguas de viento, que vienen y van, que no necesito escuchar. Llegará despacio, quizás para ese alba definitiva que no será hoy porque ahora, aquí y así, sigo despertando de nuevo como cada amanecer, envuelto en promesas que las horas y la niebla irán difuminando y al caer la luz, al abrir la puerta de los miedos, me encontraré de nuevo solo, mirando a mi alma que llora otro día en que todo sigue igual. ¡Ah, el alma!, ahora volátil como el ser. Lo mismo es aire frío que hiela mi respiración como se transforma en lluvia salada que moja las comisuras de mis labios cuando, incontrolado, brota naciente en el cielo de tus ojos, cargados de tormenta, cansados de aguaceros, preñados de recuerdos. Y así todo sigue igual, todo salvo yo, ¡ósea nada!. Hoy voy a verte de nuevo, voy a envolverme en tu ropa. susúrrame en tu silencio cuando me veas llegar. Hoy voy a verte de nuevo, voy a alegrar tu tristeza. vamos a hacer una fiesta pa' que este amor crezca más. Todo sigue igual salvo el fruto de mi frutal, la flor en mi vergel, el refugio de esa, mi lluvia salada. Es entonces cuando corro en busca de silencio bajo el cobertizo de mi jardín, junto a mi frutal, joven, mío, calor, sol, agua para beber, risa para reír… ¡pero después todo sigue igual!, entonces ¿por qué me sigo preguntando lo mismo sin ver amanecer?. Mientras tanto, y sobre todo, seré si quieres, tu filosofía, tu rincón de literatura o tu último refugio, y seremos un extraño y una sonrisa, la tuya. Lo seré si eso te sirve.
Tengo una frase colgada entre mi boca y mi almohada que me desnuda ante ti.
Tengo una playa y un pueblo que me acompañan de noche cuando no estás junto a mi. Tengo una mañana constante y una acuarela esperando verte pintado de azul. Tengo tu amor y tu suerte y un caminito empinado. tengo el mar del otro lado, tú eres mi norte y mi sur. Hoy voy a verte de nuevo, voy a envolverme en tu ropa. susúrrame en tu silencio cuando me veas llegar.

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