En la calle Serrano de Madrid, mientras la levantan a mayor gloria del plan E y para sufrimiento de cuantos, por trabajo u otros motivos, tenemos que recorrerla de forma habitual, se ha encontrado una parte de los restos de la cerca de Felipe IV. Esta cerca circundaba antaño el Madrid de los Austrias. Y aún queda de ella, en excelente estado de conservación, un fragmento situado en uno de los enclaves cruciales de la historia de la ciudad, entre el Palacio Real y el templo de San Francisco el Grande. Ahora en peligro de destrucción, por la aprobación por el Ayuntamiento de Madrid, con el dictamen favorable de esa Comunidad, de una modificación puntual del Plan General de Ordenación Urbana de Madrid. Que permitirá a la iglesia la construcción de un “minivaticano” en uno de los paisajes más significativos y presentes en la memoria de la ciudad. Una obra que de hacerse afectará a los jardines del Seminario Conciliar y del Parque de la Cornisa, que han sido descatalogados sin motivación por ese acuerdo, y que destruirá los más importantes lienzos de la Real Cerca de Felipe IV (monumento declarado bien de interés cultural) y de todo el conjunto de tapias antiguas de los siglos XVIII y XIX. Lo que supondrá la pérdida irreparable de elementos de altísimo valor histórico, paisajístico y urbanístico, cuya silueta, prolongando la del Palacio Real y la Catedral de la Almudena, es en la actualidad una de las pocas señas de identidad que unen la ciudad antigua con la urbe del siglo XXI.
Así, mientras en la calle Serrano nos aferramos a conservar las piedras que servían de base al tramo de cerca que pasaba por esa zona, el Ayuntamiento con la aquiescencia de la Comunidad no tiene empacho en mandar a la ruina la única parte de la cerca que queda en pie. Quizás con el propósito de que décadas después otras obras de remodelación de esta misma ciudad, que se pretende nueva siempre y ante todo ajena a su historia, saquen a la luz las pocas piedras que se conserven tras ahora consumarse su derribo. Esta cínica actitud demuestra de nuevo que en Madrid, por no decir en España, se anteponen los intereses económicos y de los grupos de presión sobre otros: los de los ciudadanos, los de la conservación del paisaje y la belleza de nuestras ciudades. Atropello que sucede con la aquiescencia de municipios y comunidades, más interesadas en el beneficio que les puede suponer a corto plazo una recalificación urbanística que en el ejercicio de sus competencias al servicio del interés público. Claro que todavía se puede pensar que el Estado, en el ejercicio de sus competencias -el artículo 149.1 28ª de la Constitución dice que tiene la competencia exclusiva sobre “la defensa del patrimonio cultural, artístico y monumental español contra la exportación y la expoliación (….)”-, evitará que se expolien esos bienes de interés cultural y que se consume la destrucción de una de las zonas más hermosas de Madrid.
Es increíble el poder devorador de todo lo bello que tienen los grupos de poder y de presión. ¡Qué indiferencia ante lo que de verdad tiene valor! Valor claro, para todos, que no para ellos. Para ellos sólo tiene valor lo suyo propio.
ResponderEliminarY los ciudadanos, en nuestra estulticia, copiamos el modelo y vivimos alegres entre los despojos que nos dejan, afanándonos en apuntalar aún más nuestro ego, mientras todas las cosas bonitas del mundo se van eclipsando.
¡No señor!¡Hay que actuar!¡Hay que luchar!¡Hay que salvar lo bello! Al menos lo que buenamente podamos. Aunque actuar, luchar, y en definitiva, el ideal y lo bello, ya no estén de moda.
No me resigno a ver caer la cerca. Por ello pregunto:¿Hay alguna página web o similar que centralice la lucha y la protesta contra tamaño atropello? Me gustaría luchar por no añadir otra enorme cicatriz a esta preciosa y maltrecha dama que es Madrid.