domingo, 17 de mayo de 2009

REFLEXIONES: NAVEGANDO AL AMANECER...

MISCELÁNEA: NAVEGANDO AL AMANECER... (Autor: JORGE E. BERMEJO cedido al Grupo de Facebook "LA SULTANA, BAR Y MAR. Diciembre de 2008) Dedicado a aquellos que conocí, aquellos que ya no están, aquellos que amaron la mar tanto como la amo yo... dedicado a los que se marcharon haciendo lo que deseaban, tranquilos, en silencio, discretamente, escuchando la nada en el Gran azul... Dedicado a los marinos, que en los malos días del invierno, tras el cristal de una ventana, miran a la mar sin saber si saldrán... y, si salen... ¡si volverán! Dedicado a lo sencillo...
Navegando al amanecer te invade la soledad. La monotonía me devuelve a la memoria recuerdos de tierra que me hacen sonreír. Conversaciones mundanas, charlas de bar sin sentido en aquel momento... -¿qué es la lujuria para ti?-... me preguntaron en cierta ocasión, pero la perplejidad no me dejó contestar, quizás llevábamos tantos rones caribeños que no podía ni hablar. Ahora, aquí, puedo comprender las diferencias entre las respuestas de un oficinista o las de un marino... con ambos estaba!. El mundo en el que habitas se transforma absolutamente desde la perspectiva de un puente de mando devorado por la bruma. Necesito desentumecer los músculos por un momento, pasear y pensar... Efectivamente la vida cambia al amanecer. Helado, húmedo, me agazapo apoyado sobre un armario de cartas y espero... ¡espero!, ¡más todavía!. Aún me sabe a orujo el groj de la taza que sostiene mi mano. Los dedos que la sujetan tiemblan levemente y sus yemas están frías. En los camarotes casi todos duermen pero yo permanezco despierto y al fin me decido a caminar por la cubierta del barco. Desde la popa intuyo gente moviéndose por la amura de estribor. Todavía brumea, la bruma es densa y apenas se percibe donde está la costa cartagenera... Aún es temprano, desde anoche no he vuelto a hablar con nadie, no sé exactamente nuestra posición, pero deberíamos dejar a la vista la Batería de Castillitos. Oigo la mar, que quiere espabilarme mientras me acuna. Sé que no me hará mal, hoy no. Si bien el día, inexorable, va ganando la partida y abriendo poco a poco, confío tanto en ella, en mi mar, que aunque apenas veo unos metros en la distancia, aunque estoy ciego más allá del barco, sé que no me hará nada. Al final, los primeros rayos de sol logran penetrar entre la niebla. Son como un despertador que azuza a todos, ya se escuchan toses, maldiciones al frío y algunos buenosdías por el barco. En ese instante decido que es momento de regresar a la realidad, de bajar en busca del gran premio: un café con leche bien caliente al que abarcar, humeante tesoro aromático, suave, lento, que sale del vaso y en el que posar la mirada cansada por más de media noche en vela. Todo sueño fantasioso se reduce en esos momentos, a acurrucarte con tu café en la silla de la camareta-comedor, embutido en el abrigo, para sentir el calor de nuevo. Ahora, querido amigo... pregúntame que es lujuria para mí... Eso es lujuria en ese momento!.

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