AQUELLA PRIMERA VEZ Y SU LUNA DE LOBOS (ab imo pectore)
Por JORGE E. BERMEJO
Quiero respetar el orden de la Historia, quiero decir que ni todo es bueno per se ni todo es malo en sus ciclos y por ello quiero expresar mi respeto al equilibrio y odiar los extremos. Los odio de forma pacífica, pero quiero seguir odiándolos.
Quiero aprender de los protagonistas, de quienes lucharon por su propia supervivencia, los que no fueron actores principales por propia iniciativa sino porque se lo encontraron. Quiero saber de aquellos que merecen la pena aún pensando diferente. Quiero respetar y quiero aprender pues suficiente desgracia es llegar a una guerra por falta de entendimiento y peor aún cuando es civil.
Cierto día llego a mis manos un libro, el primero que leía de su autor y que logró desde el principio llamar la atención de este husmeador adolescente. Los protagonistas y la se encuadraban en un apartado profundamente denostado de nuestra historia.
Recuerdo vagamente que me dispuse a conocer, al menos de manera aproximada, la cantidad de títulos que había editados sobre la Guerra Civil española. Consulté durante días diversa monografías, libros que recogían aspectos puntuales del conflicto, tales como una batalla o un suceso determinado y otros generalistas en su mayoría desarrollados cronológicamente. Después, dentro de su contexto, hice lo mismo con el período comprendido entre la postguerra y, aproximadamente el inicio de la década de los sesenta.
Finalmente quede sorprendido por el reducido espacio de información al que quedaba reducido el fenómeno maquis (con perdón). Todavía era sencillo encontrar libros editados durante la dictadura, aún surgían fantasmas entre las estanterías de las librerías, ejemplares de títulos escritos por eso que pasó a llamarse nostálgicos del franquismo, del viejo régimen. Se observaba un progresivo cambio en el estilo de escribir y el vocabulario utilizado (recuerdo, por ejemplo, que el término "bandolero", utilizado comúnmente durante la dictadura dejó de utilizarse para sustituirlo por otros que en absoluto resultaban peyorativos) pero seguía dándose una pertinaz sequía de información relativa a los guerrilleros antifranquistas, ¡quizás todavía era demasiado pronto para conocer algo más!.
Luna de lobos llegó a mis manos en un momento de inquietud intelectual especialmente remarcada y, debo reconocer que primero fue la trama la que me enganchó, pero ahora (pasados los años y leídos unos cuantos libros del autor) me declaro incondicional de él. El libro en cuestión gozó de cierto impacto al principio, incluso fue llevada al cine por Julio Sánchez Valdés.
Recuerdo con especial ilusión la primera vez que lo leí. Devoraba las páginas -es un libro demasiado corto- sin mirar la hora y, con el valor añadido que aún no existía internet, consultaba de vez en cuando sobre lugares o sucesos a los que se hacen referencia en la obra. Por supuesto que la descriptiva de la escena y del entorno me cautivo, resultaba muy poderosa y me hizo recordar a Gore Vidal, otro maestro, logrando dar vida desde unas páginas a los aromas, las sensaciones o las propias fotografías mentales.
Entretanto buscaba cobijo en esos lugares por los que mi imaginación caminaba junto a los protagonistas también me alimentaba con la escritura de Julio Llamazares, tan sencilla entre la profundidad como rescatadora, tan nostálgica como transmisora... ¡demasiado difícil para explicar con tan poco tiempo!...
Desde aquella primera vez hasta hoy ese autor leonés que conocí por casualidad se ha convertido en alguien imprescindible durante las noches de invierno, las tardes de verano o las mañanas de la primavera rompiente de Madrid. Probablemente, sin aquella primera vez, hoy desconocería la profundidad que se esconde en cada una de las realidades de quienes vivieron una época de la historia que, aún quedando mucho por estudiar, parece que es pasto de la sobredimensión.
Así, desde aquellos años hasta hoy se han sucedido cientos de paseos entre jaras, entre casas derruidas y pueblos perdidos, estaciones de tren, montañas y rutas. He asistido a decenas de conversaciones, incluso con algún protagonista que me miraba con los ojos rojos y vidriosos logrando que aún transiten por mi mente esas imágenes al abrigo de un interés... ellos. ¿Quiénes fueron?, ¿cómo vivieron?...
Aunque hoy todo es diferente, en mi sigue latente aquella pasión por el conocimiento entorno a los maquis (denominación que no es del gusto de todos, por cierto). El paso de los años, la investigación, los libros o las nuevas formas de comunicación han transformado la primera imagen romántica por aquella mucho más dura que se esconde en la profunda y a veces maldita realidad... poco de romántico y mucho de sufrimiento para alcanzar la supervivencia. Poco de medios y mucho de penalidades por nada. De romántico, quizás solo quede el ideal generalmente común de pelear por algo que creían posible cambiar.
También con el tiempo descubrí que, como a muchas otras personas, fue él, Llamazares, don Julio, uno de los que despertaron las conciencias, el que promovió un estadio desconocido en la España reciente, oculta durante años por la maquinaria de Franco y olvidada tras la Transición. Después vinieron muchos pero creo que él fue el primero, y todo... por un tal Casimiro que le inspiró, que ocupaba su mente juvenil con sus correrías. En mi modesta opinión, sin duda que al margen de los homenajes oficiales, los guerrilleros antifranquistas, los huidos, le deben a Julio Llamazares mas de lo que aparenta y de recibo será que algún día aquellos que mantienen viva la llama se lo reconozcan.
Entre mis notas encuentro un cruce de referencias antiguas sobre algo que escribí hace algún tiempo... "Es verano, las moscas sestean sobre un mantel lleno de migas. La calima y la tarde se cuelan por doquier con aplomo y sin llamar, entran por la puerta de la terraza aún luciendo cortina. El mundo parece estar detenido, no hay noticias relevantes.
Es tarde de agosto en Madrid, ese Madrid con su cielo que tanto aprecia Julio Llamazares, y abajo, en el jardín, el amor de verano se abre paso entre dos novicios que no pasan de los veinte". Algunas páginas después leo: "[...] pero hoy ya es otoño, hoy hace día de esos que nos describe tan maravillosamente el maestro Llamazares, hoy huele a pueblo recio y leonés, a madera quemada, a humo blanco de tajo aún fresco por las últimas lluvias, a cencerro lejano y soledad. Hoy es gris, sopla fuerte y silba en mi Casa del Viento haciendo temblar la luz de las velas asustadas".
Ab imo pectore... maestro!
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